Hablamos de envejecimiento en personas a partir de los 60 años, según la definición de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Se entiende el envejecimiento en el sentido biológico, como el resultado de la acumulación de una gran variedad de daños moleculares y celulares a lo largo del tiempo. Esto significa que, a medida que la edad avanza, las habilidades y capacidades físicas y mentales descienden en la persona. Dicho proceso se traduce en un mayor riesgo de enfermedad y, en última instancia, la muerte. Sin embargo, estos cambios no son lineales ni uniformes, y su vinculación con la edad de una persona es más bien relativa, ya que se relaciona más con los hábitos de alimentación y físicos que ha tenido la persona a lo largo de su vida.

Podemos apreciar una gran diversidad en la vejez, lo que no es una cuestión de azar. Más allá de los cambios biológicos, el envejecimiento suele estar asociado a otras transiciones vitales de una persona productiva en la sociedad, como la jubilación, el traslado a viviendas más apropiadas, el cuidado por enfermedades o padecimientos y el fallecimiento de amigos y parejas.

Estamos de acuerdo que las personas de 60 años de edad o mayores realizan aportaciones valiosas a la sociedad como miembros activos de la familia, voluntarios y participantes activos en la fuerza de trabajo. Aunque la mayoría de las personas mayores tienen una buena salud mental, muchas corren el riesgo de presentar trastornos mentales con el paso del tiempo, enfermedades neurológicas o problemas de consumo de sustancias, además de otras afecciones, como la diabetes, artritis y osteoporosis.

Entre los factores que condicionan la salud de un adulto mayor están la genética principalmente, pero también su entorno físico y social pueden afectar su rutina y consecuentemente, sus hábitos. Es decir, su comunidad puede determinar qué tipo de hábitos puede manejar, la comunidad con la que vive y de qué manera influye en sus actividades diarias. Así también, influyen características personales como el sexo, la raza y el nivel socioeconómico. 

En este sentido, queremos proponer un estilo de vida saludable para hacer de la vejez un camino que se pueda transitar con una mejor salud física, mental y emocional y contar con mejores oportunidades y contribuciones en su comunidad. 

Es importante para una persona mayor contar con espacios físicos y un entorno social que le permita desarrollar habilidades socio-afectivas. Es decir que pueda conocer otras personas, entablar relaciones con sus iguales y estimular sus habilidades mentales. Una excelente opción es salir al vecindario, realizar las compras, unirse a grupos de la comunidad y participar de voluntariados. Actividades que le permitan potenciar habilidades sociales e incrementar la actividad física diaria, abstenerse de consumir tabaco, también contribuye a reducir el riesgo de enfermedades no transmisibles, mejorar la capacidad física y mental y retrasar la dependencia de los cuidados.

Mantener estos hábitos saludables a lo largo de la vida y seguir una dieta equilibrada son oportunidades para el adulto mayor, vistos como incentivos que inciden en las decisiones y los hábitos relacionados con la salud y como resultado en una mejor calidad de vida.

La disponibilidad de edificios y transportes públicos seguros y accesibles, juegan un papel importante para el desarrollo de hábitos saludables para los adultos mayores. Es aquí donde las políticas públicas al servicio de los adultos mayores toman relevancia, sobre todo en la formulación de una respuesta de salud pública al envejecimiento. 

Es importante tener en cuenta no solo los elementos sociales y del entorno asociadas con la vejez, sino también los que pueden reforzar la recuperación, la adaptación y el crecimiento psicosocial. Es importante acondicionar espacios públicos, crear políticas y programas que protejan a los adultos mayores y aseguren su vejez digna y facilitar que los adultos mayores puedan llevar a cabo las actividades que son importantes para ellos, a pesar de la pérdida de facultades.

Reconocemos que es un camino largo y difícil que transitar, especialmente porque aún existen limitantes, muchas personas con actitudes edadistas, que pueden dar lugar a situaciones de discriminación y afectar a la formulación de políticas y la creación de oportunidades para que las personas mayores disfruten de un envejecimiento saludable.