El asma es una afección crónica que afecta a las vías respiratorias en los pulmones. Las vías respiratorias son conductos que transportan el aire para permitir su ingreso y salida de los pulmones. El asma puede ocasionar que las vías respiratorias pueden inflamarse y estrecharse. Esto dificulta el flujo de salida del aire por las vías respiratorias cuando se exhala y provoca tos, un silbido (sibilancia) al exhalar y falta de aire.
Alrededor de 1 de cada 13 personas en los Estados Unidos tiene asma, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades. Esta condición respiratoria afecta a personas de todas las edades y, comúnmente, se desarrolla durante la niñez.
Esta enfermedad, como muchas otras, afecta de diferentes maneras a quienes la padecen. Para algunas personas, el asma es una molestia menor. Para otras puede ser un problema considerable que interfiere en las actividades cotidianas y que puede producir ataques crónicos de ciertos síntomas, que pueden poner en riesgo la vida.
El asma no tiene cura, pero sus síntomas pueden controlarse si el paciente se mantiene en constante monitoreo y seguimiento mediante un tratamiento adecuado. Dado que el asma suele cambiar con el tiempo, es importante realizar el seguimiento de los signos y los síntomas y ajustar el tratamiento según sea necesario.
Síntomas del asma
Los síntomas del asma varían según la persona y la situación en la que se encuentre. Entre ellos:
- Falta de aire
- Dolor u opresión del pecho
- Silbidos al exhalar, que es un signo común de asma en los niños
- Problemas para dormir causados por falta de aliento, tos o silbidos al respirar
- Tos o silbidos al respirar que empeoran con un virus respiratorio, como un resfriado o una gripe
Causas
No está claro por qué algunas personas contraen asma y otras no; sin embargo, es probable que se deba a una combinación de factores ambientales y hereditarios. Entre ellos, la exposición a sustancias que desencadenan alergias que puede provocar signos y síntomas de asma, los siguientes:
- Alérgenos aerotransportados, como el polen, los ácaros del polvo, las esporas de moho, la caspa de animales o las partículas de residuos de cucarachas
- Infecciones respiratorias, como un resfriado común
- Actividad física, cuando es excesiva.
- Aire frío
- Contaminantes del aire e irritantes, como el humo
- Ciertos medicamentos, incluidos los betabloqueadores, la aspirina y los medicamentos antiinflamatorios no esteroideos, como el ibuprofeno (Advil, Motrin IB, otros) y el naproxeno sódico (Aleve)
- Emociones fuertes y estrés
- Sulfitos y conservantes añadidos a algunos tipos de alimentos y bebidas, entre ellos, camarones, frutas deshidratadas, papas procesadas, cerveza y vino
- Enfermedad por reflujo gastroesofágico, un trastorno en el que los ácidos estomacales se acumulan en la garganta
El control de los síntomas varía por paciente, pero los médicos coinciden que es importante mantener un monitoreo periódico y constante de ellos que ayuda a que te sientas mejor en el día a día, previene complicaciones a largo plazo y evita que se convierta en un padecimiento crónico.
Asimismo, recuerdan que, con frecuencia, el asma cambia con el paso del tiempo y es recomendable tener visitas regularmente con tu médico o proveedor de salud para hablar sobre tus síntomas y hacer cualquier ajuste necesario en el tratamiento.
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